El homenaje a un grande
Murió Ray Bradbury, maestro
de la ciencia ficción
Fue autor de clásicos de la
literatura fantástica, como Fahrenheit
451 y Crónicas marcianas. Tenía 91
años
"Si tuviera que hacer una declaración, diría
que lo quiero y lo extraño. Espero escuchar a todos contando cosas y recuerdos
de él. Influyó a tantos artistas,
escritores, maestros, científicos, y es siempre reconfortante escuchar sus
historias. Su legado descansa en su monumental obra, presente en libros, en
películas, en la televisión y en el teatro, pero más importante que todo, en la
mente y en los corazones de cualquiera que lo leyó, porque leerlo era conocerlo. Era el chico más
grande que he conocido", le aseguró su nieto, Danny Karapetian, al sitio
web Io9.com, especializado en relatos de ciencia ficción.
El fallecimiento fue confirmado
por hija, Alexandra Bradbury, y su biógrafo, Sam Weller.
"Al buscar un pasaje para
recordarlo, acabo de tomar mi ejemplar de El hombre ilustrado, mi preferido entre sus libros. La
introducción se titula: 'Bailar para no
estar muerto', y tiene grandes reflexiones acerca de la muerte",
agregó.
"Soy actor, algo de lo que
él siempre estuvo orgulloso. Y una vez me dijo, después de haber obtenido el
papel para una obra: '¡Estás viviendo mi vida! ¡Estás haciendo todo lo que yo
siempre quise hacer, pero no pude!' Era una gran fuente de estímulo en mi vida,
pero lo que más me fascinó siempre fue el
impacto que causaba en los otros. Cómo sus historias levantaban el ánimo
de las personas y las salvaban de veranos solitarios. ¿Quién no se enterró
nunca en una historia de Bradbury, perdiéndose en su meticulosa, pero para nada
forzada metáfora?", concluyó, notablemente emocionado, su nieto.
Bradbury no
fue sólo un escritor de novelas y cuentos para entretener un rato,
contando curiosidades acerca de cómo podría ser un futuro posible. Hablaba del futuro, pero desde su compromiso
con el presente, desde la preocupación que el causaba el rumbo que
estaban tomando las cosas en su tiempo.
De eso se trata Fahrenheit, llevada al cine por el
genial director francés François
Truffaut. En esa brillante distopía, Bradbury imagina que en un mundo no
tal lejano en el tiempo, los bomberos se dedicaría a quemar los libros en vez de a apagar incendios. El objetivo sería
evitar que las personas tuvieran imaginación y libertad para decidir qué pensar
y qué hacer frente a sus pensamientos. Por eso la solución que se presentaba
era que todo aquel que conservara un mínimo de rebeldía memorizara un libro.
Uno solo, pero de principio a fin. Así se podría preservar algo de la tremenda
potencialidad de la cultura.
En todo el mundo se vendieron más de 8 millones de ejemplares
de sus libros, en 36 idiomas distintos.
Su primera publicación fue un
cuento en la revista Super Science Stories (Historias de Súper Ciencia). Tenía
20 años y ya mostraba cuál iba a ser la gran temática que lo iba a atrapar
durante toda su vida.
Pero el éxito mundial lo alcanzó
a los 30, con Crónicas marcianas,
una colección de cuentos que contaban distintas historias sobre la vida del
hombre en Marte, publicada en 1950. El encanto y el temor que, al mismo tiempo,
le causaban los irrefrenables avances de la tecnología atraviesan todos esos
relatos, y gran parte de lo que escribió después.
A pesar de la genialidad de su
pluma -o quizás a causa de ella-, siempre reivindicó no haber ido a la
universidad y fue un ácido crítico de
la educación formal. "No soy una persona seria, y no me gusta la
gente seria. No me veo como un filósofo.
Eso es demasiado aburrido", aseguraba.
Probablemente por eso, para no
aburrir, lo lúdico es omnipresente en su obra. Con los personajes, con las
tramas y con las palabras, Bradbury
siempre jugó con la literatura
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